Por Hugo Torres
Se afirma con propiedad, que el honor, la justicia y la moral son bases de la disciplina que norma la vida de los militares y de los policías, en su relación con la sociedad. El honor militar o policial es una profunda fuerza moral, que sirve de aliento para que el soldado o policía cumpla con su deber, aún a riesgo de su propia vida.
Para poder cumplir con sus sagrados deberes de la defensa de la patria y de la seguridad de sus ciudadanos, a quienes se deben, los militares y los policías necesitan no sólo tener una educación basada en un profundo respeto a la Constitución Política, las leyes y reglamentos militares y policiales, sino de una formación ética y moral, que los convierta en ciudadanos ejemplares ante la sociedad.
Los militares y los policías, al estar armados, no solo adquieren un privilegio especial en relación a los ciudadanos civiles desarmados, a quienes deben servir, sino una enorme responsabilidad ante ellos. “A ellos les confiamos la bandera, a ellos les confiamos nuestra seguridad y nuestras vidas, bajo una sola y única garantía; bajo la garantía de su honor y de su palabra”
Cuando un cadete se gradúa, se juramenta ante la Constitución, el pabellón nacional y símbolos patrios, basado en su honor y valores de ciudadano armado; faltar a ese juramento es motivo de deshonra.
“Faltar a la palabra de honor es ofender a sus padres, hijos y familiares y al pueblo, a quien juró defender” En términos morales sería tan o más grave, como si un sacerdote o pastor traicionara la palabra de Dios. El reconocimiento del pueblo, por su entrega y sacrificio, constituye, para un soldado o policía, la mayor gloria a alcanzar.
¿Dónde está el honor y la gloria de un policía o soldado, cuando agrede violentamente, secuestra, tortura o asesina a sangre fría a ciudadanos indefensos que reclaman el respeto a la Constitución y las leyes y el respeto a sus derechos civiles? Cuando eso ocurre, como ha venido ocurriendo en nuestro país, al policía y al soldado infractor solo le espera la ignominia y la deshonra y el banquillo de los acusados, ante verdaderos jueces y con debido proceso.
El autor es general en retiro.
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