La mayor parte de ayuda que llegó a las comunidades de la RACNN, posterior a los huracanes Eta y Iota fue gracias a organizaciones de la sociedad civil. Fotografía: Cortesía Archivo.
Aquel 3 de noviembre de 2020, el rugido del viento que anunciaba la llegada de una catástrofe mantuvo aterrorizados por unas siete horas a los habitantes del Caribe Norte. Hasta que la fuerza del viento comenzó a bajar. A un año, el panorama de desolación está presente entre los pobladores de las comunidades mayormente impactadas por ambos fenómenos.
“Yo oraba por mis nietos y por mi casita”, cuenta una comunitaria quien prefirió usar el seudónimo de Sobeyda por temor a represalias. Ella habita en el barrio Los Ángeles, en el casco urbano de Bilwi, Puerto Cabezas.
Al igual que la mayoría de viviendas en la región, la casa de Sobeyda está hecha de tablas de madera. Un material muy vulnerable ante la fuerza de los vientos.
“Algunos vecinos nos llegaron a sacar desde temprano de las casas para ir al refugio. El viento ya había botado varios palos y algunas láminas del techo estaban arrancadas. No nos dio tiempo de llevarnos ni una mudada”, recuerda.
Sobeyda dice que en sus 65 años de vida nunca había visto un huracán como ese. En medio de la plática comienza a llorar, mientras recuerda el paisaje que se encontró al día siguiente. “Las calles estaban llenas de basura, palos caídos y animales muertos (…) mi casa estaba en el suelo. No entendía nada”.
Aquella noche unas 44,000 viviendas quedaron sin techo y más de 6,000 fueron totalmente destruidas. Además, 100 albergues y 500 casas solidarias sirvieron de refugio a más de 200 mil personas, según datos preliminares proporcionados en su momento por el Gobierno Regional de la Costa Caribe Norte,
En la comunidad miskita de Wawa Bar, ubicada en el Litoral Sur de la cabecera municipal de Puerto Cabezas, un comunitario a quien identificaremos como Leonardo, a petición suya por temor a represalias, cuenta que apenas estaban comenzando a limpiar los escombros que dejó Eta cuando les llegó la noticia: “Otro huracán golpeará la Costa Caribe”. Pero esta vez era de categoría 5.
“Yo me acuerdo que pensé: ¡Dios mío, ¿Qué te hicimos?! ¿Tan mal nos hemos portado?”, cuenta el comunitario. “Ya había limpiado mi terreno. Había pensado pedirle a unos familiares para comprar material, pero en eso que viene el otro (huracán). Uno es hombre, pero aquello me quitó la poca fuerza que me quedaba”.
De acuerdo al reporte oficial actualizado, ambos huracanes generaron afectaciones económicas por 999.2 millones de dólares. En la infraestructura vial fueron afectados 201 puentes, mil 975 kilómetros de caminos de macadán, 4 mil 889 kilómetros de caminos rurales y mil 750 kilómetros de carreteras. También se registraron daños parciales en 58 mil 939 viviendas, 528 escuelas y 96 centros de salud.
Sobeyda dice que lo peor fue cuando los niños comenzaron a pedir comida. “En el refugio no había mucho, solo arroz y bananos cocidos que se acabaron rápido. Pasamos varios días sin comer, después del segundo huracán. Un adulto aguanta, pero cómo le decís a un niño, no hay”, explica.
Ambos comunitarios no esperan mucho en esta Navidad, sin embargo, se conforman con estar vivos y tener a su familia completa. Ya ni recuerdan cuándo fue la última vez que sintieron alegría en estas fechas.
“Los niños ya están acostumbrados a no tener nada, ni estrenos, ni juguetes. Aunque nos gustaría hacer una comida especial, no creo que podamos. La libra de pollo ahorita está a 65 córdobas, el aceite cuesta 75 y las verduras ni se diga. Un plátano cuesta 10 pesos. Yo no trabajo, mi hija es la que nos envía algo de vez en cuando, pero ahorita no tiene trabajo fijo”, sostiene Sobeyda con desesperanza.
Leonardo tampoco tiene trabajo fijo. Lo poco que ha podido reconstruir de su casa ha sido con ayuda de las remesas que le envían sus dos hijos varones desde Costa Rica. “Yo levanté las cuatro tablas que encontré y las volví a poner en su lugar. Salgo de pesca cuando se puede, pero a veces es ir de balde. ¿Navidad? Ya ni me acuerdo”, nos cuenta con indignación.
Economía familiar sigue impactada
En el informe presentado por el Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción deja en evidencia que las grandes donaciones fueron entregadas como regalos directos del régimen a sus simpatizantes en forma de láminas de zinc y paquetes de alimentos, que siempre resultaron insuficientes.
Según datos y testimonios recopilados en el informe del Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción presentado el pasado 7 de diciembre, el régimen intentó impedir que la ayuda independiente llegara a través de organizaciones de la sociedad civil, muchas veces por medio del asedio policial. “Aun así, los grupos lograron sortear la vigilancia y llevaron ayuda”.
Limbort Bucardo, activista de Prilaka una organización comunitaria de Bilwi, menciona que además de la reconstrucción de las casas urge que reparen las calles, pero el gobierno “no hace ni deja hacer”.
Bucardo se refiere a un caso en el que un grupo de comunitarios fueron golpeados por policías, “por querer reparar un puente destruido por los huracanes, en el barrio El Caminante de Bilwi”. También señala que la poca ayuda que ha llegado ha sido para los allegados del oficialismo.
Para el activista lo más triste es que ya pasó un año desde entonces y las casas continúan en el suelo. “Parece que estuviéramos en el primer día. Vamos a pasar otra navidad en ruinas”, añade.
El paso de los dos huracanes no sólo derribó casas y destruyó caminos, también afectó la economía familiar “al llevarse los medios de subsistencia de gente que ya era pobre antes de los dos desastres”, dice Bucardo.
“Tanta cantidad de agua dejó inhabilitadas las tierras para el cultivo, que muchas familias siembran para el autoconsumo, pero tampoco hay insumos para producir. Y especies acuáticas como la langosta (su otro medio de subsistencia) se fueron mar adentro. La situación es desesperante”, indicó Bucardo.
Aunque oficialmente no se divulgó una cifra total de los recursos económicos que recibió el régimen tras el desastre natural, el Informe de la Cooperación Oficial Externa 2020, divulgado en junio pasado por el Banco Central, reportó en donaciones y préstamos por los huracanes un monto que suma 238,100,000 millones de dólares.