Sobrevivir a la violencia:

El nuevo amanecer de las mujeres

Gritos, descalificativos, menosprecio, discriminación, maltrato sicológico y físico, es parte de lo que sufrieron dos mujeres por parte de sus parejas, quienes de un momento a otro vieron convertidas sus vidas en un caos. La historia fue similar para ambas quienes decidieron terminar con esas relaciones tortuosas separándose de sus parejas, para luego experimentar lo que dice el dicho popular que “después de la tormenta viene la calma”.

Las dos sobrevivientes de violencia de género encontraron en su fe y en su voluntad la fortaleza necesaria para sobrevivir a la violencia de género que sufrían y a su vez pudieron replantearse una nueva forma de vida.

Una de ellas, quien prefiere identificarse como “Mariposa”, durante 13 años convivió con un hombre con quien dice, conoció “el martirio” y con quien tan solo los tres primeros meses permaneció en una relación “color de rosa”, que la llevó a pensar que ese “era el hombre perfecto”.

Sin embargo, tan solo tres meses después de iniciada la relación, recuerda Mariposa, que empezaron los gritos por parte de su pareja quien le decía: “’Que sos loca’,  ‘que sos gritona’, fue pasando el tiempo ya el me empezó a quitar las amistades,  (…) que no tenía por qué usar ese tipo de ropa porque no me quedaba bien porque era manchada como los perros dálmatas, todo eso me atormentaba”.  

“Él me lo decía, ‘cuando yo metí las patas con vos, yo lo que quería era para pasar el tiempo con vos (…) yo nunca tuve la idea de que iba a tener un hogar con vos, pero vos te me metistes, loca’, me decía. Vos te quedastes aquí. Como yo no hallaba para donde coger ni modo tuve que hacerme cargo de vos. Pero vos sos una loca, sos una arrimada, no tenés donde caerte muerta, no tenés familia, no tenés perro que te ladre”, rememora Mariposa, quien asegura que ella “sentía que ya no podía más”.

Mariposa tenía que trabajar duro para llevar alimento al hogar, trabajaba de lunes a domingos, y aún así a su pareja “tenía que entregarle cuentas de por qué llegaba tarde”, pese a que su aporte al hogar era a medias. Y la situación empeoraba “cuando él se tomaba sus tragos, no le podía preguntar nada porque por allá me tiraba una bofetada y me daba en la cara”.

Una vez que ella empezó a recibir los primeros golpes en el rostro por parte de su pareja, “yo ya empecé a tenerle miedo. Un pánico terrible no podía saber que se llegaba el viernes porque yo sabía que, viernes, sábado y domingo era mi sufrimiento peor, porque tomaba y se descontrolada”.

“Una vez me dejó hincada de rodilla sin aire, de un golpe que él me metió en la boca del estómago”, recuerda la sobreviviente de violencia. Pero lo peor fue que al maltrato que ella recibía de parte de su pareja se sumaban las agresiones verbales por parte de los parientes de este, quienes se referían a ella con todo tipo de descalificativos como: “Droga, bruja, pandillera, tapuda”.

“Una vez yo me puse a platicar con un muchacho de la Alcaldía respecto a una beca, porque yo quería estudiar. Cuando íbamos por la calle (el hombre), me levantó de la chaqueta en el aire, me decía que era una ofrecida, me decía que quién me iba hacer caso que ya estaba echa chiringo, que no servía para nada. De hecho, miré, llegué a un momento que yo pensé que yo no valía nada”, rememora.

Mariposa relata, que antes de conocer a su pareja, ella ya había experimentado la violencia intrafamiliar, “yo fui rechazada por ser mujer, porque mi papá quería un varón, me rechazó. ‘Yo decía Señor ¿qué es lo que estoy pagando aquí?’”. Esta situación incidió para que ella se sometiera a su pareja por tanto tiempo, pues no contaba con el respaldo familiar, ni con un sitio donde refugiarse. Además, “me daba miedo que me quitara a mis hijos”.

Y justo un día en que el comercio celebraba el día del Amor y la amistad, asegura que el hombre la levantó en el aire y estaba a punto de estrangularla en reacción a chismes proveniente de personas que le atribuían a ella varios amantes bajo el alegato de que ella “caminaba dinero”.

“Lógico yo caminaba dinero, porque trabajaba lavando, planchando, limpiando casas, trabajando de doméstica, comprando cosas para vender (…) no era porque andaba haciendo cosas ilícitas, tenía dinero porque yo me rebuscaba la vida de una y mil maneras”, apunta Mariposa, quien sostiene que hubo un tiempo en que ella misma pensó “que estaba loca”, hasta que escuchó a una persona que la guió , y así “gracias a Dios y a ella, yo dije: ‘Yo puedo a como dice ella, yo puedo y voy a enfrentar la vida a como venga’”.

Es por ello, que ella dice, se ve representada en “la oruga” cuando pensó “ya basta”, y se dijo: “’Dile adiós a este hombre. No fuistes la esposa de él, fuistes la esposa de toda su familia’, yo me hablaba a mí misma”.

Fue en 2015 cuando Mariposa toma la decisión de separarse y tras llegar a un acuerdo de “cada quien por su lado”, y arreglos relativo a la pensión alimenticia de los hijos, ella decide permanecer en la casa donde alquilaban a un pariente de su pareja, pues “dijo que no se iba a meter conmigo”.

Sin embargo, aún separados el hombre no la dejó en paz. “Estando todavía allí, él me vigilaba mi sueño, me vigilaba mi ir, mi venir (…) yo me sentía vigilada, me sentía presa, me sentía sofocada. Estuve presentando problemas de salud, de los nervios (…) yo me alteraba, casi me moría, en segundos colapsaba mi cuerpo”.  Y es que a causa de la angustia en que estaba sumida, Mariposa experimentó todo tipo de enfermedades desde nerviosas hasta cáncer, el que pudo vencer y que ella sostiene: “Dios me sanó”.

Hasta que un día, tres años después, decidió poner el alto a esa situación, cuando logró que alguien le extendiera la mano para que ella pudiera adquirir un lote de terreno, que, aunque estaba fuera de la ciudad donde habitaba, podía levantar una casita sencilla y de acuerdo con los pocos recursos que ella contaba.

“Yo venía a alzar las alas, como decía (…) como la oruga cuando ya se sale del cascarón y dije ya basta…y dile adiós a este hombre”, dice Mariposa. No obstante, pese a que ya estaban separados su expareja siguió acosándola y agrediéndola de forma verbal a través de mensajes de texto. Incluso mientras a ella le practicaban una cesárea su teléfono no dejó de sonar con mensajes agresivos como: “ya te pusistes a parir de otro hombre, sos una sinvergüenza a lo mejor ya lo tenías cuando estabas conmigo, si es que lo que decía mi familia de que yo tenía una zorra…”.

Y las ofensas la siguieron de forma personal hasta su casa cuando ella estaba de posparto: “Quería confirmar con mis propios ojos que es cierto que estás de tierno, me dice ‘y ¿quién es el papa? ¿qué viejo te hizo caso?, que estúpido estaba ciego que te miró y te volvió a ver porque vos estás fea’, sos vieja, sos estúpida, imbécil’ “.

Y así siguió llegando solo para agredirla verbalmente hasta que Mariposa sostiene, “me llené de coraje y de valor” y le advirtió: “Ahora mismo te levantas de esa silla y te me largas de mi casa. No tenés por qué venir a mi casa a decir que vos mandás y te tenemos que atender. Aquí no sos bienvenido”.

Quedan secuelas ​

Y aunque Mariposa ha superado su situación, aún sus heridas no han sanado del todo, pues aún quedan las secuelas, ella sufre pesadillas, y todavía no puede ser testigo de escenas de violencia entre alguna pareja porque de inmediato se traduce en nerviocismo que la lleva hasta hacerse daños en las yemas de los dedos o en las noches a dañarse el cabello.  Aunque ella dice ya no vive “la angustia” en cuanto a preguntarse “a qué hora viene, me vaya a golpear. Eso me pasaba a mi, me tiraba a dormir a la calle, a medianoche bajo la lluvia como fuera “.

Ahora sus preocupaciones están centradas en ver crecer a sus hijos, prepararlos y sobre todo a las mujeres aconsejarlas para que no puedan caer en una relación similar a la que ella vivió.

Mariposa ha sobrevivido haciendo de todo, cocinando nacatamales, palmeando tortillas, pasteles entre otros, que son actividades que también combina con la venta de todo tipo de productos casa a casa en comunidades vecinas.

“Vamos superando el daño feo que pasamos y vamos logrando metas que me propongo. Gracias a Dios porque Dios me ha dado la sabiduría y el entendimiento porque pensar que no valía nada como persona, pensar que no valía nada como mujer”, sostiene la sobreviviente de violencia.

Miriam, en tanto sufrió violencia, principalmente psicológica, durante su noviazgo, pero también violencia verbal, física y sexual. Aunque reconoce que no fueron puñetazos como tal, sí hubo empujones y jaloneos, entre otras manifestaciones. Ella sabía “que estaba mal” todo lo que enfrentaba “pero el apego emocional y la manipulación que él ejercía” sobre ella le impedía dejarlo.

“La relación duró un poco más de un año, hubo manipulación desde el primer mes, sólo que en ese momento yo no le di importancia, no identificaba que realmente era violencia, pero la primera manifestación fuerte de violencia fue quizá a los dos o tres meses de noviazgo. Una vez que él estaba borracho; no me agredió físicamente, pero sí verbal y psicológicamente, además, tiró y rompió varias cosas. Al siguiente día me dijo que no se acordaba”. Y luego de pedirle disculpas, le hizo una serie de promesas a Miriam.

“Inicialmente ese tipo de cosas sólo pasaban cuanto se emborrachaba”, pero después actual igual cuando estaba sobrio borracho, relata Miriam, quien refiere que “fue un tiempo de terribles crisis de ansiedad para mí, puesto que veía claramente todo el daño que me estaban haciendo y lo urgente que era salir de ahí, pero no podía, era dependiente emocionalmente de él, por lo que era una lucha constante en mi cabeza”.

Miriam apunta que cuando ella intentaba dejar la casa su novio “me cerraba la puerta y me jaloneaba; si lograba salir me seguía”. Comenta que en una ocasión que ambos habían consumido alcohol “amanecí con moretones en todo el cuerpo (…) en cuanto me desperté, aún sin saber ni entender lo que había pasado, lo primero que hice fue preguntarle ‘¿por qué me mordistes?’ y él me dijo que estaba loca, que por estar ebria me había tirado al piso y así me había hecho los moretones. Esa vez hasta me dio fiebre y luego me comentó que dos de las marcas sí me las había hecho él, por lo que considero que las demás también me las causó él”.

“En otra ocasión me acorraló contra una pared en la calle en la madrugada y me dio dos empujones en el pecho haciéndome impactar la cabeza dos veces en la pared; otras veces se enojaba de manera repentina por cosas absurdas”, relata Miriam quien señala que el hombre le revisaba el celular, durante la noche cuando pensaba que ella ya estaba dormida. 

Es más, dice la joven, que su novio la manipulaba hasta con el pago de la renta del apartamento porque sabía que en ese entonces ella no podía asumir solo el alquiler. Es más, “se enojaba si yo no quería tener relaciones sexuales y lloraba de una manera tan falsa y manipuladora que ni lágrimas le salían, y hubo dos veces que me tomó por la fuerza y se hacía el ofendido, luego de que yo le decía: ‘¿Entendés que acabas de violarme?’; a todo eso sumémosle infidelidades”.

Miriam comenta que muchas veces intentó dejar la relación, “pero después con promesas de cambio me convencía de volver. Pero una persona violenta nunca mejora, empeora con el tiempo, más si no reconoce el problema que tiene y no busca ayuda”.

“Además, en una relación de esas no hay amor, ya no estás ahí por amor; a mí él ya no me provocaba cariño, sino miedo, asco y resentimiento”, apunta la joven, quien relata que una madrugada logró “poner un punto final” a la relación luego de una discusión en la vía pública, donde fue rescatada por unos amigos y que su novio aseguró entonces que “probablemente yo le había sido infiel con ellos”.

 Y fue así como terminó con ella a través de mensajes de texto, y sacó sus cosas del apartamento, esto le provocó a Miriam posiciones encontradas, temía que el hombre todavía estuviera ahí o que si había ido “me iba a doler demasiado y que entraría en una fuerte crisis de ansiedad”. Sin embargo, “entre esos dos temores prefería el segundo, yo ya quería dejar de sufrir a causa de esa relación”. Pero necesité ayuda psicológica y el apoyo de mis amistades.

Atribuye a su fe​

A su deseo de salir de esa relación Miriam atribuye que fue su fe la que la sacó de esa relación, pues ese día que terminó la relación con su novio, ella “estaba demasiado triste”, por lo que había rogado ante “El Santísimo”, (Jesús Sacramentado) “dejar de sufrir”, por lo que ella asegura ahora que “Dios estuvo conmigo en ese proceso y que escuchó mi súplica y me rescató de esa situación. Además, puso ángeles en mi camino como mi psicóloga, quien me atendió de forma gratuita durante varias semanas y así logré ir superando el problema, así también hubo amistades que fueron claves para lograr salvarme”.

Al terminar la relación con su novio, lo que hizo Miriam fue bloquear su número telefónico entre sus contactos, así como de las redes sociales, por lo que el hombre intentó contactarle a través de una hermana suya, y además “empezó a publicar cosas sobre mí en sus redes sociales”. En sus publicaciones el hombre hablaba de lo mucho que la amaba y la extrañaba, le hacía promesas de que cambiaría, le escribía a familiares y amigos para que le transmitieran a ella los mensajes y “publicaba cosas para que la gente me dijera y yo le escribiera, lo cual también constituye violencia porque exhibía mi imagen y asuntos personales sin mi consentimiento”.

Aunque Miriam se mantuvo firme en su decisión de separación, el hombre mantuvo su acoso e incluso fingió haber sido contagiado de COVID-19 para que ella accediera a verle y al ver que ella “no caía en sus mentiras y manipulaciones publicaba estados dando a entender su decepción y escribía mis iniciales; actos totalmente inmaduros y enfermizos”. Como medida de seguridad, Miriam decidió cambiar su domicilio.  

El día en que se alejó definitivamente de esa relación, Miriam asegura, que experimentó “una tranquilidad y serenidad que no había sentido en esos tres años, me sentí segura y también convencida de que estaba haciendo lo correcto y que estaba salvando mi vida y mi paz”.

Tras año y medio después de haber terminado con esa relación, Miriam considera que ha sanado sus heridas y “he disfrutado mucho mi seguridad y mi paz” al tiempo que reconoce que “gracias a Dios, la ayuda psicológica, las redes de apoyo, mi amor por mi familia y mi convicción logré salir de ahí”.

Ahora desde su experiencia Miriam aconseja a otras mujeres que sufren violencia “sé que hay muchos miedos, inseguridades y ataduras o apegos de por medio. Sin embargo, me gustaría decirles que son muy valiosas, que su vida y su paz son primordiales, que hay una salida y que es válido pedir ayuda para poder salir de ahí, que busquen a personas en las que realmente confíen y pidan ayuda, sé que no es fácil ni bonito contar que hemos sido violentadas, no obstante, al lograr salir de ahí dejarán de ser víctimas y convertirse en sobrevivientes”.

Y ahora que está con un nuevo noviazgo, dice, “me doy cuenta de que hay inseguridades por las infidelidades que aún necesito trabajar, pero estoy en ese proceso.  Realmente es muy bonito ver hacia atrás y ver lo valientes que podemos ser, reconocer nuestra fortaleza luego de un tiempo gris como ese, y ahora disfrutarnos, volver a ser nosotras, reencontrarnos y encendernos nuevamente esa luz que en un momento nos apagaron”.

Rompiendo el silencio​

Aunque la violencia de género sigue siendo un problema en el país debido a que es visto como un problema privado y a excepción de los femicidios o violencia sexual que son más visibles por tratarse de la violencia extrema, hay pocos datos que lleven a cuantificar en cifras los índices alcanzados. Y lo peor es de que en la mayoría de las veces las mujeres afrontan solas esa situación y en la mayoría de los casos en silencio.

La abogada Hirtcia Carolina Gutiérrez Parrilla, más conocida como Hirtcia Parrilla, conoce el sufrimiento de una sobreviviente de violencia, pues ella sufrió en carne propia la violencia patrimonial y ha utilizado su experiencia de 26 años en la radio para ayudar a otras mujeres que sufren violencia de género a través de su programa radial Rompiendo el Silencio, que asegura es “una plataforma para servir de voz a muchas personas que no pueden expresarse, no pueden hablar, que tienen miedo

Y ahora también se ha extendido por las redes sociales y utiliza los podcasts como una herramienta para abordar el tema a través de los cuales señala” voy sembrando esa semilla”, para aconsejar a las mujeres violentadas a quienes también ayuda a través de la terapia floral en la que se ha preparado para trabajar en las emociones de las mujeres violentadas.

Y es que la abogada y comunicadora recuerda que, aunque en los tipos de violencia destacan la sexual, física y sicológica, la violencia que más sufrimiento causa a la mujer es la patrimonial y económica, pues muchas veces se da el despojo de los bienes después del trabajo que significó para la mujer muchos años dentro de la relación, pero al momento de la separación comúnmente a la mujer no le queda nada.

Y sobre todo porque la mujer está en total indefensión, ya que “no hay una institución que esté tutelando ese derecho, hay mujeres que llegan a los juzgados y le dicen a la mujer tenés que mediar porque nosotros ya no podemos seguir conociendo del caso”.

O, por ejemplo, los casos de pensión de alimentos que no son cumplidos por los padres, que lo deberían conocer los juzgados especializados de violencia y en su departamento es conocido por el Segundo Local Penal, por lo que ella considera que hay un vacío legal, y al igual que con el caso de las amenazas, las mujeres muchas veces quedan en abandono, porque les dicen que deben buscar abogados privados, cuando en su mayoría la mujer no tiene capacidad económico para ello.

Parrilla estima, que sigue faltando sensibilidad entre la sociedad alrededor de este tema pues persiste la creencia de que los problemas de violencia son problemas de pareja.

Con su programa Rompiendo el silencio Parrilla promueve la cultura de paz, la prevención de la violencia en todas las áreas, para que así las mujeres se empoderen legal y emocionalmente, “porque venimos acarreando patrones generacionales de que la conducta que debemos tolerar es esta la machista, que el hombre es el que manda y la mujer no puede hacer nada”.

Aunque aclara, que también hay hombres, así como niños y niñas abusados y hasta la familia en general, por lo que se necesita “crear una conciencia dentro de la familia como una base fundamental para educar y desmantelar esos patrones generacionales que venimos cargando todos”.

La explicación que Parrilla encuentra sobre la violencia de género es de que las mujeres “son sometidas por diferentes creencias limitantes que traemos acarreando de la familia, ‘que la mujer es la que debe aguantar, tolerar’”, es por ello, que con la terapia floral hay una parte en la que se trabaja el sometimiento de la mujer.

En el caso de las mujeres que son víctimas de violencia “las trabajo con esa terapia, para trabajar en el empoderamiento, que la mujer deje el sometimiento, pueda levantar su voz”. Y es así que, indica Parrilla, al servicio legal que proporciona a una víctima de violencia también le suma lo emocional.

“Sabemos que existe el síndrome de la mujer maltratada (…) esa sobreviviente de la violencia viene cargando muchas cosas (…)  viene cargando culpas, remordimientos, viene cargando las dudas que la aquejan, pensamientos rumiantes: Hice lo  bueno, hice lo correcto, mejor hubiera seguido”, sostiene Parrilla, quien asegura que la terapia floral  ayuda a que ellas las mujeres violentadas puedan calmar esa ansiedad: “Ese estrés postraumático al salir de una relación de violencia donde casi te han escapado de matar y en el caso de las que aún están dentro de las relaciones de violencia, que puedan empoderarse emocionalmente y salir de ahí”.

La especialista lamenta que en departamentos como el dónde ella habita, “seguimos registrando muchas situaciones de violencia, de la falta de atención, algunos casos, no digo todos, pero si algunos casos, que se quedan en la impunidad”.

Parrilla aduce, que la impunidad muchas veces también está relacionada con por la falta de atención sicológica, porque a las víctimas “les sigue ganando el miedo, les sigue ganando el temor, y no quieren salir de ese hueco donde se encuentran porque piensan ‘quien me va ayudar, como voy hacer para sobrevivir, entonces la misma codependencia afectiva que se crea del abusador al no haber una atención integral, que se debería atender, lo dice la Ley 779, una ley integral contra la violencia, no solamente es poner la denuncia, es que esta mujer reciba la atención sicológica que necesita, el acompañamiento porque esta mujer viene emocionalmente desmantelada,  su autoestima por el suelo, el miedo, el temor”.

A esto añade Parrilla, que en algunos casos no son recibidas las denuncias y si lo hacen, “las mandan a mediar que ya sabemos las consecuencias que trae la mediación con los abusadores, creo que hemos retrocedido 100 años en materia del acompañamiento legal que se le debería dar a las víctimas de la violencia, lamentablemente”.

Recuerda que de acuerdo a la ley desde que la víctima presenta una denuncia debería ser atendida por un equipo interdisciplinario lo cual no se cumple y la falta de atención deja en desprotección a la víctima. Por ejemplo, ahora las mujeres no cuentan con lugares seguros donde permanecer mientras transcurre el proceso legal tras una denuncia, pues no existen albergues que les permitan protegerse de su agresor.   La abogada y comunicadora lamenta que la Ley “es un papel en agua”.

“Ese es otro punto, ellas no salen de donde están por miedo a que el agresor las persiga y las maten, el miedo que los hijos van a quedar en desprotección: ‘Doctora como hago yo para mantener a mis hijos si yo he pasado toda mi vida trabajando con este hombre y él no me da ni siquiera ahora para poder mantener a mis hijos’, son muchas cosas difíciles (…) yo puedo apoyarlas en la parte legal y emocional, pero en la parte económica, ¿qué vamos a hacer?”, pregunta Parrilla.

La directora de Rompiendo el silencio, recuerda que la parte más dura para salir de la violencia son los lazos afectivos que la víctima tiene con su agresor. Existe “una codependencia afectiva, a veces una codependencia dañina, aunque ellas lo hacen de forma inconsciente, ellas dicen no puedo salir, se crea o que se llama el síndrome de indefensión aprendida, ellas quieren hacerlo, pero no pueden. Ese síndrome afecta a la mujer que es víctima de violencia, afecta a aquellas personas que hemos estrado en situaciones de mucho estrés, de mucho sometimiento, llega el momento en que nosotras queremos actuar, pero no sabemos cómo, por dónde empezar”, destaca Parrilla.

Tras comentar: “Lo triste es que a uno le digan doctora quiero que me ayude a salir de aquí, empezamos con un acompañamiento emocional y de repente te digan, ‘no, ya no voy a seguir, es que él me prometió que iba a cambiar, él me dijo que ya no lo iba a hacer’, o simplemente no te siguen escribiendo, no vienen a las terapias, eso es lo más triste porque uno sabe del ciclo de la violencia”.

Y lo que más pesa en todo esto es la parte económica y la dependencia emocional que tienen con su victimario,  “pero pienso yo que cuando ellas dan el primer paso es cuestión de tiempo que puedan dar el segundo y ya romper del todo”.

Activistas y organizaciones de mujeres se adaptan a las dificultades para asesorar a mujeres víctimas de violencia para que puedan seguir el ejemplo de otras que han sobrevivido y han salido adelante, las redes sociales y o espacios radiales han servido para visibilizar la violencia contra la mujer en el país.

Por ejemplo, la Red de Mujeres Contra la Violencia publica en su página en Facebook, publica mensajes que permitan visibilizar las diferentes formas de violencia contra la mujer y la niñez, así como hechos y situaciones que ocurren a diario en el país alrededor de este tema.

Al tiempo que sensibiliza alrededor del tema al instar a sus seguidores a que “No debemos dejar pasar y mostrar indiferencia ante esos delitos que muchas veces acaban con la vida de niñas y mujeres. Si conocemos a una mujer que vive violencia, acerquémonos y conversemos, busquemos ayuda que siempre se encuentra una mano amiga dispuesta a apoyar de alguna forma, sea escuchando o compartiendo alternativas a la problemática que está viviendo la niña, adolescente o mujer.

La violencia machista ocurre en el ámbito público y privado. En los centros de trabajo muchas veces se expresan comportamientos que violentan los derechos de las mujeres sea a través de frases o chistes sexistas, menosprecio y discriminación hacia las mujeres. Evitar reproducir esos actos e indicar que eso no está bien, que no es correcto, que eso es violencia machista, contribuye a erradicar esos tipos de violencia y a promover espacios más seguros para las mujeres.

Expresar solidaridad, escuchar a una sobreviviente de violencia machista y lograr que tenga el apoyo que necesita son acciones que todas y todos podemos realizar para detener las distintas formas de violencia hacia las mujeres. niñas y adolescentes.

El Grupo Venancia, utiliza también las redes sociales e incluso  a través de sus episodios en podcast En línea con las Venancias, realizan la labor de prevención, asesoran y  ofrecen consejos para que  la población pueda ponerlas en práctica, para que  así puedan vivir libres de violencia.- Recomienda incentivar la confianza entre sus hijos desde pequeños y  educarlos en el  respeto,  así como el fortalecimiento de la autoestima entre las menores para que ellas se valoren y crezca su confianza.

Una de las sicólogas del Grupo Venancia explicó, que, con el cierre de organizaciones, las redes sociales han sido un espacio muy útil para llevar sus mensajes a la población y en particular a las mujeres, ya que desde las mismas proporcionan algún tipo de acompañamiento a la distancia, aunque no de manera presencial, pues la necesidad de acompañamiento sigue existencia.

“Para nosotras es importante darle seguimiento al trabajo de acompañamiento que veníamos haciendo desde las redes y organizaciones”, indicó la integrante del Grupo Venancia, quien reconoce que a veces las mujeres escriben y les piden apoyo, y lo único que pueden hacen hacer es facilitarles un número de teléfono, donde pueden apoyarles de forma profesional.

O en su lugar, de alguna defensora que habita en sus comunidades que han sido parte de la Red de defensoras del norte y que en años anteriores participaron en procesos impulsados por ellas y aprendieron herramientas para brindar acompañamiento y empoderar a las mujeres.

Se trata de lo que la integrante del Grupo Venancia calificó como parte de “ese semillero”, de defensoras y promotoras de derechos humanos que fueron capacitadas mientras existieron las organizaciones, para que ellas pudieran realizar un acompañamiento solidario con las mujeres violentadas, pero que fuese la misma mujer la que tome las decisiones, en caso de que ella decide denunciar.

A veces se trata de reflexionar con las víctimas, sobre los riesgos que existen para ellas de continuar con una relación donde el maltrato se ha hecho más frecuente, expresa la sicóloga quien recuerda que hay casos donde el hombre ha amenazado que se va a suicidar o va a matar a la mujer, otros las han golpeado estando en estado de embarazo. Por tanto, las mujeres tienen que saber interpretar esas señales de que la violencia está volviéndose letal y puede terminar en femicidio. Ese trabajo de prevención es el que intentan hacer, para llegar a las mujeres aún por las redes sociales.

Por ejemplo, menciona la sicóloga, que las madres deben hablar con sus hijas sobre la violencia, igualmente como deben prevenir el abuso sexual y para ello desde la página de Facebook del Grupo Venancia hacen notas informativas sobre como se puede prevenir este delito, u otro material que puede servir de información, sobre todo a las mujeres que están expuestas a riesgos en comunidades donde   tienen que caminar largos trechos donde no hay gente.

Las integrantes del Grupo Venancia están conscientes de que no todas las mujeres tienen acceso a un teléfono inteligente para conectarse a Facebook, pero “nos hemos tenido que adaptar a lo que hay”, pues anteriormente con Radio Vos, el Colectivo de Mujeres de Matagalpa con sus programas de Radio hacía ese trabajo.

No obstante,  “mientras tengamos  internet vamos a seguir intentando hacerlo”,  dice la sicóloga, quien señala que  aunque sea menor cantidad de  personas a las que llegan,  la idea es de que las que sí tienen  puedan ayudar a otras mujeres, como defensoras, “al fin y al cabo lo que necesita una persona  que sufre violencia muchas veces es tener con quien hablar, el primer paso es romper el silencio, poder hablar con una persona que es solidaria que sabe escuchar,  que por lo menos tiene información de algunos recursos de como se pone la denuncia, aunque no siempre la denuncia es el camino escogido”.

Y muchas veces la parte económica es determinante, para que la víctima decida denunciar, sobre todo las que habitan en comunidades alejadas, pues anteriormente “podrían quizás apoyarlas con algún fondito para que pudieran viajar de sus comunidades a la ciudad y hacer sus gestiones”. Ahora las víctimas tienen que encontrar las condiciones para poder hacerlo.

La mujer que se queda sola es más vulnerable para que pueda decidirse a romper con su agresor, pues uno de los mecanismos de estos ha sido aislarla para que no tengan apoyo, es ahí de la importancia de que alguien las escuche, les crea, las acompañe, y apoye para que puedan romper el silencio.  También es importante el testimonio de otras mujeres que lograron salir de la violencia para que quienes aún sufren la violencia “crean en sí mismas” y así “cada mujer debe buscar dentro de sí que recursos tiene”, para seguir el ejemplo de quienes se han alejado de sus agresores.