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Bombero en el exilio por ejercer voluntariado

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En abril de 2018 después de sostener reuniones con el Ministerio de Gobernación la jefatura del Benemérito Cuerpo de Bomberos prohibió sacar las unidades, para prestar servicio a los universitarios que eran reprimidos.

Por Elizabeth Romero

Cuando el teniente del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Managua, Jorge Berríos conoció de los primeros heridos el 18 de abril de 2018 compartió la idea, al igual que otros de sus compañeros, de que la institución a la que prestaban servicio debía brindar asistir a los heridos.
Sin embargo, la jefatura “se empezó a reunir sorpresivamente con el Ministerio de Gobernación” y después de eso sus superiores transmitieron la orientación de que “no se podían sacar las unidades”. Las orientaciones provenían del viceministro Luis cañas, dice Berrios.
El Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios adscrito a la Federación de Cuerpos de Bomberos de Nicaragua, y su jefatura “después de una reunión como de más de tres horas en el Ministerio de Gobernación”, empezaron a transmitirles el discurso oficialista de que lo que ocurría era una “asonada” y que quienes protestaban “eran vagos”. Discurso que a Berríos y a varios de sus compañeros en la institución les pareció extraño.

Jorge Berríos

Hace dos años el bombero voluntario debió abandonar Nicaragua debido a la persecución que fue objeto por haber asistido a los universitarios heridos durante los ataques de la Policía y paramilitares.
Ya para entonces escuchaban de personas heridas por lo que recuerda Berrios dentro de la institución empezaron a exigir la actuación como bomberos voluntarios, precisamente porque el área donde comenzaron los incidentes en la avenida universitaria, la Catedral y sector de Metrocentro geográficamente le correspondía la atención al Benemérito Cuerpo de Bomberos y en ese momento únicamente acudía en auxilio la Cruz Roja Nicaragüense.
Ante la negativa de los superiores de los Bomberos voluntarios un reducido grupo de voluntarios deciden “quitarse el uniforme y prestar el servicio humanitario a como fuera posible”, uno de ellos fue Berríos.
“Comenzamos a ayudar a los muchachos que estaban siendo heridos con armas de fuego”, recuerda Berríos quien señala que ante la situación de emergencia enfrentada sacerdotes de la Catedral metropolitana de Managua les facilitaron un espacio dentro de sus predios para improvisar un puesto médico. A ellos se les sumaron estudiantes de medicina.

Fotografía: Cortesía

Así pasaron los días “después la cuestión era más agresiva ya no respetaban el derecho humanitario internacional que dice que los equipos de primeros auxilios ambulancias de cualquier institución deben ser respetadas”, indica Berríos quien rememora “fueron días duros” hasta sentirse estresados por la situación, “conocían que en los hospitales no estaban atendiendo a los heridos por arma de fuego. Hacíamos valoraciones, una clasificación de heridos por arma de fuego eran los más grave y prioritarios”.
Conforme avanzaba la represión a las protestas iniciadas con los universitarios varios voluntarios se sumaron con sus vehículos para el traslado de los heridos en especial a los hospitales privados el Bautista o el Vivian Pellas.
“Teníamos estudiantes atrincherados en la UNI, en la UNAN en la UCA en unos días estuvimos atrincherados en la Catedral metropolitana”, recuerda el bombero voluntario.
A más de dos años de haber atendido a las víctimas de la represión en los primeros meses de las protestas, Berríos dice no puede hablar qué hechos le impactaron más “es una suma, es un ‘collage’ de todo esto”, dice.

Alvarito Conrado entre las víctimas atendidas

Y enumera por ejemplo: “Recuerdo lo de Alvarito Conrado tuvimos que atenderlo con un grupo de estudiantes de medicina”.
Pero señala que hubo, otros hechos similares de otros jóvenes que no tuvieron el mismo impacto “talvez en ese momento no grabábamos, eran disparos de AK y en ese momento eran heridos en las piernas; había un muchacho que recuerdo tenía una herida en la pierna derecha y nos decía por favor no le digan a mi mamá”.
Igual con uno de los ataques a la UPOLI, recuerda que fue un sábado y fue “otro episodio bastante grande” que le impactó. “Los antimotines llegaron intempestivamente y dispararon a no más poder, eso fue aún en lo fuerte de la UPOLI”, señala Berríos quien recuerda que en ese momento los vecinos abrieron sus puertas para atender a los heridos.
Sin embargo, uno de ellos había sido herido en la pelvis por arma de fuego “el muchacho allí se nos estaba desangrando porque no teníamos mucho equipo, la Cruz Roja atendía en espera, pero tenía su protocolo de seguridad”, por lo que fueron tratar de hablar con los antimotines quienes los golpearon les despojaron de sus botiquines pero al final cedieron, para dejarles sacar al herido hasta donde estaba una ambulancia de la Cruz Roja.
Para ello tuvieron que caminar unos 800 metros con el herido para que la Cruz Roja lo condujera al hospital más cercano, el Alemán Nicaragüense, pero luego conoció que el joven falleció en el trayecto que era de cinco minutos.

Berríos también acudió a atender a los heridos del ataque cruel perpetrado por la Policía y paramilitares contra el puesto médico y acopio de alimentos y medicina en la iglesia San Miguel, de Masaya. Fue el 3 de junio de 2018, Berríos dice que precisa la fecha porque ese día hubo una erupción volcánica en Guatemala.
“Esa noche fue bien cruel, esa noche los antimotines y paramilitares dispararon a más no poder”, recuerda el bombero voluntario quien señala que los jóvenes de Masaya recibieron refuerzos desde los pueblos blancos, varios de ellos fallecieron.
Ese día los voluntarios atendieron a unas siete personas heridas de armas de fuego entre esos tres fallecidos, entre ellos un profesor de Niquinohomo. Se trata del profesor Carlos Erick López López, de 23 años, originario del municipio de Niquinohomo. A su vez tras una redada sobre
A estos hechos le siguió un ataque sobre la Avenida Universitario el 28 de mayo, que según cálculos de Berríos tardó unas cinco horas y que les obligó instalar un puesto médico en las inmediaciones al que les llegaron a dispararen el momento que atendían los heridos, pues asegura que antimotines que se habían infiltrado en las protestas sabían dónde estaba el puesto.
Ese día Berríos fue arrestado junto a un voluntario de la Cruz Roja, los llevaron a Plaza El Sol, allí les empezaron a decir que eran “golpistas” que buscaban desestabilizar al gobierno, una de las cosas que me marcó “esa palabra hija de puta la tengo grabada”. En esa ocasión Berríos no pudo ver los rostros de quienes los golpeaban “pero sí sé que eran paramilitares”. De Plaza El Sol lo subieron al Chipote donde asegura lo agredieron psicológicamente. Una negociación realizada a favor del voluntario de Cruz Roja permitió también que Berríos fuera liberado al día siguiente, pese a que en su caso sus jefes se negaron a reconocerlo como miembro de esa institución benéfica.

El 30 de mayo “fue duro”

Pese a todo, el 30 de mayo en la marcha en homenaje de las madres de abril, Berríos volvió a salir a prestar servicio junto a otros voluntarios, donde pudo constatar el ataque con armas de grueso calibre con que fueron atacados los asistentes a la misma. “Fue duro”, indica Berríos quien recuerda que en el vehículo en que se movilizaban ellos realizaron al menos tres traslados de heridos al hospital Bautista y atendieron a unos cinco heridos entre estudiantes y campesinos.
Después de eso, sus amigos bomberos que permanecían en el Cuerpo de Bomberos “me decían teniente no venga por acá que las cosas están feas respecto a usted, se escucha que lo quieren apresar”. Además, a su familia le llegaban notas en las que decían “que me querían echar preso que yo era un golpista”. Y en las redes sociales le escribían en mensajes directos de perfiles falsos con amenazas en las que le señalaban que “era un traidor”. Esto lo llevó a permanecer en tres casas de seguridad.
Después de acercarse a organizaciones de derechos humanos recibió como recomendación que preferiblemente saliera del país. En julio de 2018 salió rumbo a Guatemala donde en ese momento llegaban de distintas zonas de Nicaragua, muchos con la intención de seguir rumbo a Estados Unidos otros pretendían buscar asilo, indica Berríos.
Allí Berríos con apoyo de un sacerdote que les facilitó una casa de retiro creó la Casa del Nicaragüenses que primero albergó a cinco personas y luego hasta 22 nicaragüenses que al igual que él, habían salido de Nicaragua huyendo de la represión. Para sostener el albergue recibieron ayuda de la Pastoral de Movilidad Humana, de la oficina de Acnur en Guatemala y de la Asociación de Nicaragüenses en Guatemala.
Al finalizar 2019 debieron entregar la casa pues ya no había recursos para apoyarles. Muchos de ellos habían encontrado trabajo, habían pedido asilo y otros habían emigrado a México. Actualmente Berríos no pierde las esperanzas de regresar a su tierra que lo vio nacer, pero señala “cuando la cosa esté mejorada, el dictador tiene que salir. No soy parte que tenemos que irnos a elecciones con un dictador cuando hay presos políticos, hay represión generalizada”.
Y después de dos años de un día de julio que partió al exilio, al ver en retrospectiva Berríos dice que volvería hacer, pues el servicio es parte de su formación tanto familiar, así como de bombero que tienen principios y valores de disciplina y abnegación.
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