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Nicaragua, la película repetida


Por Gabriela Selser


El presidente Daniel Ortega, que gobernó por primera vez al triunfar la revolución sandinista, logró sofocar a sangre y fuego una rebelión cívica que se inició el 18 de abril del año pasado con demandas sociales y terminó exigiendo su salida del gobierno que administra junto a su esposa e hijos desde 2007.

Para sus seguidores, el ex guerrillero de 73 años sigue siendo el líder en una nueva fase de la revolución y ha derrotado un «golpe de Estado terrorista”. Para sus detractores, en cambio, Ortega es un caudillo, «un nuevo Somoza” a quien culpan por el saldo trágico de la revuelta de abril: cientos de muertos y presos, millares de heridos y decenas de miles de exiliados que continúan fuera del país.

«La historia de Nicaragua es una historia de conflictos por el poder político, de regímenes autoritarios y excluyentes a los cuales se responde con revoluciones”, dice a DW la política e historiadora Dora María Téllez, quien siendo una guerrillera de 24 años asaltó el Palacio Nacional, donde funcionaba el Congreso de Somoza, al frente de un comando armado sandinista.

«Nicaragua tiene una deficiente cultura democrática, con cierta predilección por los caudillos u hombres fuertes, que luego se convierten en dictadores que tenemos que botar”, agrega Téllez, desde hace varios años en la disidencia del Frente Sandinista. A su juicio, la rebelión de abril puso un parteaguas a esa tradición, al proponer «una lucha cívica y no armada, un enorme movimiento auto-convocado y un reclamo de protagonismo de los jóvenes, los campesinos y casi toda la sociedad, en demanda de justicia y libertad”.

«Pienso que este es un gran desafío que está planteado: cambiar el sistema político de Nicaragua, un sistema arcaico y autoritario que Daniel Ortega convirtió en una dictadura represiva y criminal”, añade.

Los más leales

Esta opinión la cuestionan los más leales funcionarios sandinistas, como el ex «comandante Cero”, Edén Pastora, quien dirigió junto a Téllez el asalto al Palacio Nacional en 1978. Tras formar parte de los «contras” en la década de 1980, hace años volvió al redil sandinista y recibió de Ortega una protección incondicional.

«Somoza era un dictador que violaba la Constitución y se enriquecía robando; Daniel Ortega es un luchador social que ha respetado la Constitución y que ha consagrado su vida al bienestar del pueblo”, dijo Pastora en una reciente entrevista a un diario chileno.

Aseguró que el Frente Sandinista «es indestructible” y que la revolución «está más vigente que nunca, porque ahora vamos a celebrar dos victorias: la guerra revolucionaria de 1979 y la victoria política sobre un grupo de antisandinistas que quisieron dar un golpe en 2018”.

Según la oposición, el octogenario «Cero” fue uno de los viejos sandinistas que ayudó a organizar y armar a los paramilitares que aplastaron a los manifestantes atrincherados en barricadas el año pasado. A su lado, algunos ex coroneles y generales del Ejército se habrían enfrascado en esa misión letal.

Si bien varios ex militares se mantienen fieles a Ortega, solamente uno de los nueve máximos comandantes de la revolución le apoya hoy: Bayardo Arce, el asesor económico presidencial que se mantuvo a su lado tras la muerte del veterano ex ministro del Interior Tomás Borge, en 2012. De los seis restantes, otro falleció mucho antes y el resto hoy guarda distancia del oficialismo.

La esposa de Ortega y vicepresidenta, Rosario Murillo, anunció que celebrarán el 19 de julio en una plaza llena de simpatizantes, después de una noche de vigilias y un carnaval que recorrerá los barrios de Managua con carrozas y comparsas. «El 19 de julio será feriado nacional, triunfo de la revolución, triunfo del pueblo, triunfo de la democracia, triunfo de la libertad, triunfo de los derechos de los y las nicaragüenses”, dijo Murillo en una de sus recientes intervenciones en la televisión estatal.

Tomado de DW


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