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«Me advirtieron que si gritaba o hablaba me iban a matar en ese mismo instante»

Minutos después que el pasado viernes Zayda Hernández, fue impedida de ingresar a los predios de Catedral de Managua, por el acoso, amenazas e insultos de los policías del régimen que asediaban afuera fue interceptada en el sector de Bolonia, por los pasajeros de una camioneta blanca doble cabina.

Hernández había logrado salir en un taxi del sector controlado por los policías del régimen, pero más adelante desconocidos la obligaron a subir a una camioneta y lanzada al piso.

Ya en el piso del vehículo, “me encapucharon, me vendaron los ojos y me advirtieron que si gritaba o hablaba me iban a matar en ese mismo instante”, relató un día después de que fue dejada abandonada atada de pies y manos frente al portón oeste de la Catedral Metropolitana de Managua, donde fue auxiliada por religiosas y sacerdotes.

Hernández estima que quienes la secuestraron fueron cuatro personas armadas y vestidas de civil, quienes la trasladaron a un lugar desconocido, donde permaneció encapuchada todo el tiempo.

La capucha estaba impregnada de alcohol, que le impedía mantener abiertos los ojos.

Las 48 horas que permaneció secuestrada la mantuvieron atada de pies y manos y no le permitieron dormir, pues “cuando los secuestradores notaban que no me movía ellos me gritaban y me pateaban y golpeaban”, relató desde la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH).

Insisten con el financiamiento

El interrogatorio al que fue sometida Hernández es similar al que en otras ocasiones han relatado otros presos políticos que han estado excarcelados de delegaciones policiales se la hicieron así como cuánto le pagaban a los jóvenes que participan en las protestas.

También le siguieron otras preguntas como: “¿Quiénes estaban involucrados en derrocar al gobierno? ¿Quiénes estaban detrás de las sanciones? ¿Quiénes son los vende patrias? ¿Por qué habíamos vendido a Nicaragua al imperio?”.

Y entre pregunta y pregunta a Hernández sus captores le advertían que si no colaboraba con ellos los próximos serían sus familiares. También le sugirieron el exilio, pero antes debía hacer declaración en la que expresara su arrepentimiento de participar en las actividades de los autoconvocados.

Hernández desconoce los motivos por los que los secuestradores la dejaron libre, solo sabe que mientras estuvo secuestrada “hubo confusión” entre ellos y solo logró escuchar que hablaban de “mucho escándalo”.

La denunciante estima que fue por los pronunciamientos que hicieron personalidades como el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, o el secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Paulo Abrao o el obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez y “no podían cargar con otro muerto (…) no sabían que hacer conmigo”, dice en referencia al reciente asesinato del preso político Eddy Montes.

Hernández fue dejada la tarde del domingo atada de pies y manos frente al portón oeste de la Catedral Metropolitana de Managua. En respuesta a un comunicado de la Policía dijo que acudiría a denunciar el hecho cuando la Policía esclarezca el crimen de Alvarito Conrado.

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