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Los sueños de Ricky Pineda, uno de los hijos del pueblo mayangna

Ricky Pineda, recién egresado como médico y cirujano. Fotografía; Tomada de sus redes sociales.

Después de siete años de sacrificios, en los últimos días de noviembre Ricky Pineda, alcanzó uno de sus sueños, el haber obtenido el título de médico y cirujano. El joven de 25 años, descendiente del pueblo indígena Mayangna, inicialmente aspiraba ser sacerdote, y aunque reconoce que no lo ha descartado del todo, expresa “Dios me tenía otro camino”.

Después de este primer paso refiere Pineda, “mi sueño ha sido ayudar a mi gente no solo en la parte de la salud sino en  la parte de la educación, en la cultura…”. La historia del joven indígena fue contada en un corto documental Ricky se sembró una semilla en Amak, producido por la periodista Jessica Chávez:

Otro de los sueños de Pineda es fundar un orfanato, “un lugar de acogida para niños”, una especie de hogar donde piensa, pueda brindarles la formación necesaria.

 “Mi propósito es formar niños con capacidad de ir a una universidad, niños que desean salir adelante”, externa el joven médico tras señalar que los niños y jóvenes indígenas enfrentan muchas dificultades para estudiar aún adentro de sus comunidades y aún es mayor el problema que lleguen aspirar a seguir sus estudios en una universidad.   

“Aparte del viaje que es bastante lejos, es difícil el acceso, muchos no pueden porque no tienen condiciones, recursos”, señala el recién graduado quien destaca además que “es bajo el nivel de conocimientos”, entre los estudiantes oriundos de esas comunidades y entre los factores que menciona resalta el hecho de que las escuelas no brindan las condiciones necesarias para que los niños se animen a asistir a clases.

Faltan recursos

Además le añade las mismas condiciones difíciles en las que sobreviven  las familias indígenas, que son de escasos recursos, por lo que la mayoría de los niños en sus comunidades no tienen libros, cuadernos y lápices, por lo que muchos de ellos van a la escuela con el único cuaderno que consiguen. También influye “la misma sobrepoblación, hay familias que tienen muchos niños”, apunta.

Y esta situación de la educación en las comunidades mayangnas las retrata  Pineda con su propia historia: “Me tocó bastante difícil la situación, porque yo fui de los mismos niños, que muchos están atravesando esas barreras todavía”.

Recuerda el recién egresado como médico, que hubo momentos en que él  no tenía un cuaderno para estudiar (…) y yo iba a la escuela porque yo quería aprender y salir algún día. Acceder a una escuela era mi sueño, una escuela de la ciudad o alguna universidad era mi sueño”.

Pese a todas las dificultades que atravesaba junto a su familia, “a pesar que no tenía nada”, el joven indígena mantuvo firme su fe y esperanza de que podía lograr su propósito de seguir estudiando y esto lo pudo lograr con la ayuda de otras personas que le extendieron la mano.

 Apuntó que en esto también incidió en que “yo creía en mi mente, tuve fe en mi mente de que sí quería salir adelante y pues un día se me presentó esa oportunidad que no lo desaproveché”. Para estudiar becado Pineda debía mantener un buen rendimiento académico lo cual logró mantener durante los siete años de estudios.

“Gracias a Dios que puso personas correctas en mi camino, yo sabía que ellos podían ayudar a mi gente, no solo a mi, ¿De qué sirve que me ayude solo a mi, a mi gente? una campaña de hacer actividades para ayudar a los niños como era mi deseo, llevar útiles escolares, cuaderno y uniformes”, expresa el recién graduado.

Y basado en su experiencia a Pineda, recientemente le surgió una idea de exponer a través de sus redes sociales la iniciativa de exponer quien ayuda a mejorar una escuelita en una comunidad de la nación mayangna, a la cual asisten unos 200 niños en diferentes horarios de clase y que sus condiciones son bastante precarias.

Escuelita de una comunidad mayangna. Fotografía: Cortesía de R.Pineda.

Según expuso, la madera que sirve de pared están deterioradas urge cambiarla, tiene piso de suelo y las bancas donde se sientan los niños son rústicas. Por lo que el deseo del joven médico es reconstruir la estructura si hubiese posibilidad, hacerla más grande y  cambiar la madera dañada. Pero esta será, dice, una iniciativa que espera impulsar con el inicio del nuevo año.

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