Desde el 20 de mayo del 2019 que Tania Muñoz fue excarcelada, no ha tenido un día que no haya sido asediada y acosada en su vivienda, en el municipio de Niquinohomo, por parte de seguidores orteguistas y la Policía del régimen.
Ese día que Muñoz fue excarcelada, «no había puesto un pie adentro de la casa cuando ya empezaron a pasar las Hilux, las motos de los orteguistas y después la Policía».
Durante diez meses permaneció junto a su hermana Olesia Muñoz,
en la penitenciaría La Esperanza, como presas políticas, donde a la agresión sicológica, se sumaron los ataques físicos, en algunos casos más repetidos que en otros, como pasó con su hermana Olesia, y otras de sus compañeras.
Nos trataron terriblemente
El trato que recibieron por parte de las funcionarias, lo calificó como «lo más sucio». Les decían «perras, hijas de la gran tal, muertas de hambre, tranqueras».
A esto le agregó, que las cosas que sus familiares les llevaban se las robaban, les retenían los productos que les pagaban con anticipación en un bar para que ellas pudieran consumir después, como el hielo, porque el agua era demasiada caliente que estima procede de los termales.
«Aún no sé como ando mis riñones, si los ando podridos, la sangre no sé, porque esa agua era de los termales, no nos dejaban pasar las aguas purificadas, negaban el hielo, nos llegaban a despertar cuando estábamos bien dormidas, llegaban a patear el portón, volaban lajas (piedras)», comentó Muñoz.
Antimotines y pintas con mensajes de odio
Ahora ya en su casa, cada día una patrulla de antimotines «armados hasta los dientes», constantemente se parquea frente a su casa. A esto se suman las pintas con amenazas que le han dejado en la pared de su casa.
«Ya el 31 de julio me vinieron a poner las cuatro letras de la muerte: FSLN», aseguró Muñoz, quien refirió que este lunes amanecieron otras pintas en las que les dicen «cuidate, mierda».
Ese día, «yo hice mi protesta allí en la calle». Ella refiere que en esa ocasión les advirtió que no le teme a nada, pues ya ha permanecido secuestrada en la cárcel.
Muñoz estima, que el hostigamiento tiene que ver en parte con dos banderas azul y blanco que ella mantiene en la parte principal de su vivienda, las que aseguró no retirará.
No obstante, Muñoz reconoce que teme por las consecuencias sicológicas que esto puede tener para su hijo de 13 años y otros sobrinos menores de edad.
Sobre todo porque en julio del 2018, su vástago «ya vivió unas cosas triste y amargas, porque a ellos se los llevaron presos. A las 10 de la noche (Ramón) Avellán me los llevó a botar a un basurero».
En ese entonces, Muñoz estaba refugiada fuera de su casa y, una pariente suya fue quien descubrió a los niños cuando lloraban de hambre. «Fue una triste historia».
A esto agrega, que desde que su hermana Olesia fue liberada el 11 de junio pasado, no ha podido regresar a su casa, porque fue avisada de que «turbas» la estaban esperando para agredirla por lo que sigue refugiada en otro lugar.